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viernes, 15 de agosto de 2014

EL MÍSTICO

Fue en un atasco, en un cruce de caminos, la ventanilla del coche abierta, sudando la gota fría, se había metido justo en el centro del origen de la congestión, del embotellamiento, de la mirada cenital que define y hace converger que había originado tal caos circulatorio que cuando tuvo la certeza de que no fue el de delante sino él quien lo hizo entró en una esclerosis facial, boca abierta, ojos en el vacío, que sólo puedo desentumecer, ya demasiado tarde, por los pitidos de los coches que al principio se oían como anunciadores de un presagio, pero que ahora eran círculo espiral fusilador dirigido hacia él, el místico; una mujer rubia que pudo hacer varias maniobras inteligentes para aliviar la cerrajón le dirigió varias miradas asesinas antes de poder pasar y justo antes le dijo: "pero qué cara de tonto tienes". El místico, ya tonto, imaginaba que ella necesitaba ayuda y no reaccionó hasta que un camión ligero con un conductor que llevaba el volante en el lado derecho no le repitió: "pero qué cara de tonto tienes". Vaticinando que todo el que pasara vendría con la misma canción pegó un acelerón, sin la marcha metida, que puso en evidencia que todavía le quedaría más por oír, los pitidos ya eran más fuertes por detrás, consiguió meter la marcha y salir del centro condenador, las voces se oían a su paso y cuando se dio cuenta de que su compañera estaba ahí, en el asiento de su derecha y de frente la heladería de moda, pudo mirar al cielo, cerrar la boca y salir.
- ¿Quieres un helado? - preguntó.
El místico respondió por ella - mejor no, no hay dónde aparcar.

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