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Maro..., ella no me roba el alma..., me roba la cartera. Chapoteamos en la
bañera de la Metafísica y... quedamos estancados en soliloquios ambiguos. Una
petaca de bourbon ayuda a expresarlo o, al menos, a defenderlo mejor.
Maro cebaba el Mate con
esa tranquilidad suya, tan propia.
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Hay que poner poca agua al principio, que empape. Tomá no te quemes.
El sabor de la hierba caliente en el
paladar y la controlada succión transportaban en mí imágenes atávicas de
ceremoniales litúrgicos.
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¿Te gusta?
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Está bueno.
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¿Cómo se llamaba... el de la fé?
- Kierkegaard. Anota
Maro.
Maro anotaba en su agenda cualquier
cosa que desconociera.
- ¿Y la obra?
No le respondí.
- Maro, dime una
cosa, tú eres radicalmente diferente a mí. No nos parecemos en nada y sin embargo...
¿Te puedo preguntar, cómo crees que eres?
- Yo soy...
CAMPECHANO.
Lo dijo riendo, todo el tiempo que
estuve mirándole a los ojos.
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