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viernes, 12 de septiembre de 2014

MARO CAMPECHANO

- Maro..., ella no me roba el alma..., me roba la cartera. Chapoteamos en la bañera de la Metafísica y... quedamos estancados en soliloquios ambiguos. Una petaca de bourbon ayuda a expresarlo o, al menos, a defenderlo mejor.
Maro cebaba el Mate con esa tranquilidad suya, tan propia.
- Hay que poner poca agua al principio, que empape. Tomá no te quemes.
            El sabor de la hierba caliente en el paladar y la controlada succión transportaban en mí imágenes atávicas de ceremoniales litúrgicos.
- ¿Te gusta?
- Está bueno.
- ¿Cómo se llamaba... el de la fé?
- Kierkegaard. Anota Maro.
            Maro anotaba en su agenda cualquier cosa que desconociera.
- ¿Y la obra?
            No le respondí.
- Maro, dime una cosa, tú eres radicalmente diferente a mí. No nos parecemos en nada y sin embargo... ¿Te puedo preguntar, cómo crees que eres?
- Yo soy... CAMPECHANO.
            Lo dijo riendo, todo el tiempo que estuve mirándole a los ojos.


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