Mercedes era nueva en la oficina, tenía
frío porque el aire estaba puesto demasiado fuerte; su camisa estaba abotonada
hasta el primer botón, lo que le producía cierta presión sobre su cuello
marcándole un rubor rojo fuerte. Entre el tercer y el cuarto botón había un
hueco maravilloso -me cercioré que todos los botones estaban abrochados. La
teta derecha, redonda, emergía sobre un sostén pequeño, blanco, fino. Mercedes
dejaba ver una piel joven, más joven de lo que aparentaba. Mercedes era
pequeña, redonda, con pelo castaño, rizado, largo; labios pintados de rojo, con
gafas de pasta. Cuando se levantó de su mesa, no sé para qué, miré sus hombros,
su forma de caminar no demasiado femenina, su culo estaba disimulado por el
pantalón de la Corporación y no llevaba tacones altos; se dirigió a mí y me
dijo:
-¿Sabes que me ha dicho el jefe cuando
le he dicho que hacía mucho frío? Que era bueno para curar chorizos.
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