FELICIANO
Feliciano
Felices cambió de nombre un día que estaba tomando el sol sentado en el banco
del parque. Alguien había dejado un tebeo doblado por la parte interior y
dejaba ver la historieta de un tal Mortadelo y un tal Filemón. No podía dar
crédito a lo que veía, uno de esos personajes caricaturizados llevaba su
nombre. No tenía muy claro quién de los dos era Filemón pero lo que estaba
claro que tanto uno como el otro eran motivo de mofa y no escarnio, sino puro
cachondeo, y verse reflejado en la mente de los demás como uno de los
personajes del tebeo le alejaba de la imagen que él tenía de sí mismo.
Feliciano Felices, antes Filemón, tenía un problema importante con las
vértebras de su columna; nada más cumplir los cincuenta empezó a notar, justo
el día que soplaba las velas de la tarta de homenaje que le regalaron en el
Casino sus colegas Doctor Diego Mendoza & Séquito, que cada vez se agachaba
más desde que empezó a soplar la primera vela hasta que terminó con la última,
casi (y sin casi) escupió en vez de soplar la última de lo bajo que estaba por
debajo del nivel de la llama, aprovechó la ocasión y al son de un bolero que
interpretaba en esos momentos la orquesta, todos con chaquetilla blanca, como en
los mejores tiempos, se levantó y con el micrófono en la mano y dirigiéndose al
Doctor Diego & Séquito cantó así:
- Doctor
Diego, Doctor Diego…
Las sordinas
de las trompetas ponían el tono necesario para cambiar a modo de jazz, pero muy
melodioso, Amy apareció para cantar junto a él y éste aprovechó para cogerla
por la cintura y bailar y seguir bailando; bailar con Amy no se podía dejar
pasar, y ¡cómo olía! ¡cómo huele Amy! Y cómo se mueve, cómo podrá ser tan
bonita. Y cantar tan bien. Y esa forma de poner la mano sobre su bajo vientre.
- Eso no se
llama bajo vientre, Sr. Feliciano, se dice Venus.
- ¿Monte de
Venus?
- Venus, a
secas. Eso es Venus.
Feliciano
Felices besó a Amy en la mano y prosiguió, después del aplauso.
- Doctor
Diego, dígame cual es el remedio para mi mal (sordina, maracas y escobillas).
¿Cuál es el remedio para que deje de ser cada vez más bajito; si cada vez que
soplo me encojo un poquito?
Alguien del
Séquito dejó caer un grito mariachi que no pegaba ni con cola, pero todo el
mundo dijo ¡hurra! El Doctor Diego Mendoza subió al escenario entre vítores y
haciendo una reverencia al respetable prosiguió.
- Don
Feliciano…
A lo que todos
gritaron:
- ¡Felices!
- El mal que
Vd. Tiene es fácil de remediar, pero tiene un inconveniente.
Las escobillas
se quedaron solas y la orquesta se dio la vuelta tapándose los oídos al mismo
tiempo que se contoneaban rítmicamente y coreaban:
- Tiene un
inconveniente, Felices, du, du, du du; du, du, aaa.
- Tendrá Vd.,
Sr. Felices, que interpretar a lo largo de su vida a varios personajes que le
den “proximidad”.
-
“Proximidad”, du, du, du du; du, du, aaa.
- Doctor
Diego, dijo Feliciano con gesto grave agarrando el micrófono que le daba y
sentándose los dos en el escalón del escenario, ¿se refiere Vd. que a partir de
ahora tendré que interpretar a los popes de mi vida y sacar pecho?
- ¡Qué
sintonía! Uoh, uoh, coreaba la orquesta.
- Si, mi
querido amigo.
- Pero…, Uoh,
Uoh, proseguían, se me notará Doctor Diego.
- Si, mi
querido amigo, Uoh, Uoh, proseguían, pero no lo notarán todos, así que no será
tan evidente, sólo tendrá que interpretar o poner una pose adecuada cuando Vd.
se percate de que “ellos” se…
- Han
percatado, du, du, du du; du, du, aaa.
De repente la
orquesta desapareció, aunque la luz del foco central que iluminaba a Feliciano
y al Sr. Mendoza dejaba entrever sus sombras lo mismo que al Séquito, las
escobillas callaron.
- Don
Feliciano, cada vez que Vd. interprete a uno de sus popes, las vértebras de su
columna se separarán y empezará a crecer y desaparecerá su mal definitivamente.
Le hará un imitador a los ojos de los Percivientes, pero Vd. se estirará.
- Perderé mi
identidad.
- Al
contrario, la ganará.
Delicadamente,
como si fuera la iluminación del Belén del Hospital del San Rafael (San Juan de
Dios), fue amaneciendo, la orquesta era introducida por un órgano eléctrico y
el Séquito podía fumar y fumar, y beber Martinis y Copacabanas, el bajo
eléctrico interpretado por Daglas daba paso a la meditación. Amy, apareció como
un Ángel de Nacimiento, puso la mano en Venus y cantó.
- No usaré
gafas de sol no vayan a cachondearse con que soy José Feliciano, el cantor.
Murmuró para sí Felices.
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