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viernes, 23 de agosto de 2013

FELICIANO

FELICIANO
Feliciano Felices cambió de nombre un día que estaba tomando el sol sentado en el banco del parque. Alguien había dejado un tebeo doblado por la parte interior y dejaba ver la historieta de un tal Mortadelo y un tal Filemón. No podía dar crédito a lo que veía, uno de esos personajes caricaturizados llevaba su nombre. No tenía muy claro quién de los dos era Filemón pero lo que estaba claro que tanto uno como el otro eran motivo de mofa y no escarnio, sino puro cachondeo, y verse reflejado en la mente de los demás como uno de los personajes del tebeo le alejaba de la imagen que él tenía de sí mismo. Feliciano Felices, antes Filemón, tenía un problema importante con las vértebras de su columna; nada más cumplir los cincuenta empezó a notar, justo el día que soplaba las velas de la tarta de homenaje que le regalaron en el Casino sus colegas Doctor Diego Mendoza & Séquito, que cada vez se agachaba más desde que empezó a soplar la primera vela hasta que terminó con la última, casi (y sin casi) escupió en vez de soplar la última de lo bajo que estaba por debajo del nivel de la llama, aprovechó la ocasión y al son de un bolero que interpretaba en esos momentos la orquesta, todos con chaquetilla blanca, como en los mejores tiempos, se levantó y con el micrófono en la mano y dirigiéndose al Doctor Diego & Séquito cantó así:
- Doctor Diego, Doctor Diego…
Las sordinas de las trompetas ponían el tono necesario para cambiar a modo de jazz, pero muy melodioso, Amy apareció para cantar junto a él y éste aprovechó para cogerla por la cintura y bailar y seguir bailando; bailar con Amy no se podía dejar pasar, y ¡cómo olía! ¡cómo huele Amy! Y cómo se mueve, cómo podrá ser tan bonita. Y cantar tan bien. Y esa forma de poner la mano sobre su bajo vientre.
- Eso no se llama bajo vientre, Sr. Feliciano, se dice Venus.
- ¿Monte de Venus?
- Venus, a secas. Eso es Venus.
Feliciano Felices besó a Amy en la mano y prosiguió, después del aplauso.
- Doctor Diego, dígame cual es el remedio para mi mal (sordina, maracas y escobillas). ¿Cuál es el remedio para que deje de ser cada vez más bajito; si cada vez que soplo me encojo un poquito?
Alguien del Séquito dejó caer un grito mariachi que no pegaba ni con cola, pero todo el mundo dijo ¡hurra! El Doctor Diego Mendoza subió al escenario entre vítores y haciendo una reverencia al respetable prosiguió.
- Don Feliciano…
A lo que todos gritaron:
- ¡Felices!
- El mal que Vd. Tiene es fácil de remediar, pero tiene un inconveniente.
Las escobillas se quedaron solas y la orquesta se dio la vuelta tapándose los oídos al mismo tiempo que se contoneaban rítmicamente y coreaban:
- Tiene un inconveniente, Felices, du, du, du du; du, du, aaa.
- Tendrá Vd., Sr. Felices, que interpretar a lo largo de su vida a varios personajes que le den “proximidad”.
- “Proximidad”, du, du, du du; du, du, aaa.
- Doctor Diego, dijo Feliciano con gesto grave agarrando el micrófono que le daba y sentándose los dos en el escalón del escenario, ¿se refiere Vd. que a partir de ahora tendré que interpretar a los popes de mi vida y sacar pecho?
- ¡Qué sintonía! Uoh, uoh, coreaba la orquesta.
- Si, mi querido amigo.
- Pero…, Uoh, Uoh, proseguían, se me notará Doctor Diego.
- Si, mi querido amigo, Uoh, Uoh, proseguían, pero no lo notarán todos, así que no será tan evidente, sólo tendrá que interpretar o poner una pose adecuada cuando Vd. se percate de que “ellos” se…
- Han percatado, du, du, du du; du, du, aaa.
De repente la orquesta desapareció, aunque la luz del foco central que iluminaba a Feliciano y al Sr. Mendoza dejaba entrever sus sombras lo mismo que al Séquito, las escobillas callaron.
- Don Feliciano, cada vez que Vd. interprete a uno de sus popes, las vértebras de su columna se separarán y empezará a crecer y desaparecerá su mal definitivamente. Le hará un imitador a los ojos de los Percivientes, pero Vd. se estirará.
- Perderé mi identidad.
- Al contrario, la ganará.
Delicadamente, como si fuera la iluminación del Belén del Hospital del San Rafael (San Juan de Dios), fue amaneciendo, la orquesta era introducida por un órgano eléctrico y el Séquito podía fumar y fumar, y beber Martinis y Copacabanas, el bajo eléctrico interpretado por Daglas daba paso a la meditación. Amy, apareció como un Ángel de Nacimiento, puso la mano en Venus y cantó.

- No usaré gafas de sol no vayan a cachondearse con que soy José Feliciano, el cantor. Murmuró para sí Felices.

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