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viernes, 23 de agosto de 2013

PRIMEROS CAPÍTULOS DE LA OBRA COMPLETA: "EPISODIOS / PASANDO AL NEGRO"

A Verónica y a Jorge,
a Meg & Russ,
a Mati,

A Tere.
EPISODIOS
I. Andanzas de un corredor en una cinta sin fin con fin y las observaciones hechas a los zapateros en el árbol chopo diamantino que crece desde el suelo y se eleva como una lechuga acabada en punta y es fresco en su invierno a la vez que hospitalario.
Le están saliendo unas yemas que presagian el cambio de los zapateros de lugar de residencia y se muestran solidarios con el vaho lanzado para su cobijo y defensa.
Unos salen, otros esperan; pero todos saldrán un día y me lo explicarán sin que se lo pida.
Porque son así, insectamente tranquilos en su letargo mágico y duradero.
Tal vez sea necesario algún día pararse a entender éstas y otras cosas que pasan cuando nos encontramos en el Parque.
¿Por qué hay veces que no hay gente?
Enfrascado en mi gorro y con el cuello alzado, he ido a verlos.
No estaban; sólo dos zapateros aislados, cada uno en su cuevuco invitaban a rastrear por los alrededores por si estuvieran por ahí agarrados por el culo porque hacía bueno, el sol pegaba agradablemente porque no hacía aire; pero no estaban. En su búsqueda me pareció ver a una hormiga solitaria que huía de la observación mientras el rabilargo ostentaba su colorido de comic, triunfante por ser de los pocos que paseaban por el suelo.
¿Y los gorriones?
Ni uno. El mirlo macho jugueteaba con la hojarasca entreteniendo a una pareja de viejos que tal vez tuvieran una oportunidad después de la siesta; el canto de las cotorras rompía el ecosistema. Mientras, las urracas pedían explicaciones.

II. Y ahora me pregunto: ¿dónde estaba cuando había que luchar?
Sólo tienen miedo los que conocen el miedo. Los que van cabalgando en su destino no lo pueden conocer porque bastante tienen ya con poder agarrarse a la montura y no caerse; caerse significa polvo, costra y desastre.
Pero ahora no estamos en aquel jardín salvaje y oscuro donde las rondas perdonaban a los que habíamos sucumbido mandándonos a la cama. ¡Cuánto horror ante esa aparición! Salvadora y acogedora, pero terrible por su silencio, terrible por su silencio, terrible por su silencio.
MI CONVENCIMIENTO
Estoy convencido de que es fácil decirte lo que yo pienso y que tú seas capaz de cerrar los ojos y dejar de seguir leyendo para comprender lo que quiero decirte y que, como está impreso, jamás lo entenderías porque las palabras escritas amarran y por ello nunca dicen nada. Sólo dicen para el que las escribe pero no dicen nada al que de verdad están dirigidas. Si esta cuestión está realmente aclarada, espero que cuando lo creas conveniente y, si notas que no te cuento nada, sigas leyendo esperando que, por fin, te cuente lo que de verdad quieres escuchar. Estoy convencido de que sólo es una cuestión técnica la que separa nuestra relación y es posible, una vez más, que fracase en ello, pero lo intentaré usando algún "truco"; cuando te pregunté - ¿estás? empezaré a creer que a partir de ese momento ya te puedo hablar como si fueras yo.
A MI EDITORA
He consultado a mi editora (editora de letra impresa) y me ha hecho las siguientes observaciones:
1º.- Has puesto dos veces "Convencido".
2º.- Es subrrealista (ella decía surrealista)
Antes, el día anterior, le había avanzado, de voz, la idea y me miraba como el que (por qué tendrá una inteligencia tan elevada y tan poca imaginación) perdona al que, una vez más, quiere salvar al mundo con su literatura a golpes de hacer que nadie entienda lo que dice pero que deja entrever la gran obra del que nunca estará preparado para exponerla (nunca entenderá por qué los genios nunca están preparados para exponer, nunca entenderá que los genios son genios si alguien los descubre, ellos no se descubren; son los descubridores de genios los que los sacan de su ratonera y los muestran para que el mundo no siga de rositas, ya vendrán luego los especuladores y harán negocio de lo que no entienden ni entenderán en la puta vida); me dijo que lo que pretendía era imposible. - Es imposible que el "lector" te interrumpa y te pregunte. - No es imposible, es una simple cuestión técnica; ¿para qué sirve y de qué sirve que le cuente cosas si el "lector" no es capaz de "interrumpir"? ¿Quién soy yo más que el "lector"? Sus ojos dulces pero de inteligencia casi mecánica me dejaban como al pobre tonto que vive su propia locura y en la que se encuentra a gusto y en la que, cabe la posibilidad de que, puede, puede que sea capaz de sacarlo adelante, si no se cansa antes. Al día siguiente, tomando aire, una vez más, le pido que si tiene tiempo para leer "Mi convencimiento", le dejo mi silla, - Son sólo dos minutos. ¿Lo entiendes? Asintió. - ¡Dios, gracias!
- Has puesto dos veces "Convencido".
- Necesito dejar claro que estoy convencido de que es una pura cuestión técnica la que separa al lector del que escribe (jamás diré escritor, espero) y - esta vez no he corregido esas repeticiones de párrafo -.
- Es subrrealista (ella decía surrealista).
Esto sí que ha sido un palo. (Claro que es subrrealista). Es imposible utilizar la técnica real para establecer esa comunicación, pero si empezamos a etiquetarlo como subrrealista nos perderemos en lo que no queremos decir, por muy bello que luego resulte. No hay nada tan imperfecto como el realismo para expresar lo que realmente quieres decir. Estamos demasiado acostumbrados a ver la obra en un marco cuadrado. El único marco que se le puede poner a una obra es el de la fijación de las retinas de los ojos del que está contemplando o viviendo esa obra -oírla, verla, sentirla -; el marco nunca puede ser cuadrado porque nuestras retinas no enmarcan en cuadrado, enmarcan en lo que tenemos alrededor de lo que nos fijamos, lo que le da la luz y el sentido a eso que "vemos, oímos, sentimos". Pues, en ese "marco" quiero encontrarme con mi "lector" y desde allí, juntos, contemplar la "obra" que se descubre ante nosotros porque nosotros la hemos hecho posible, no porque "yo" haya sido capaz de descubrirla sino porque alguien ha visto lo mismo que "tú". Ese marco, en el que se ven sus límites mirando de reojo y que nunca es cuadrado, hace posible con su luz (lo que es más racional), la unión que pretendo y esa unión, querida editora, la verás tu de los primeros.
PRIMER ¿ESTÁS?
- Ahora me tienes que convencer, lo del marco está claro. - La palabra mágica y repetitiva, la del convencimiento; - "Ahora me tienes que convencer" (como si no supiera que si quiero "convencerla", al final lo consigo, eso no quiere decir que le guste, convencida pero sin gusto; suena mal, ¿no?)
- ¿Estás ahí?
Tomo aire, me la juego, ¿estás ahí, no? Dice que lo del marco está claro, - esto me pasa por ser demasiado descriptivo - No estoy muy seguro si cuatro gintonics van a ayudar pero me da igual, tú estás y eso es lo importante, - ¿sabes una cosa, me siento como si fuera a examinarme? y me jode porque el que va a ser examinado vas a ser tú, pero el que tiene que pasar la prueba soy yo así que relájate y dime:
- ¿Qué tal has dormido hoy? ¿Te has despertado muchas veces? ¿Te han llamado a mitad de la noche (aún sabiendo que el teléfono está fuera de cobertura)? ¿Te has fijado, realmente, quién estaba al otro lado del espejo? ¿Encendiste la luz antes? ¿Te viste? ¿O lo viste? ¿Giraba el agua del lavabo en el sentido del hemisferio norte o....? Lo siento, sé que no debía haber empezado así, pero es posible que está sea mi tarjeta de presentación y espero que aunque no creas en mi, sí aceptes una copa ¿te apetece? Es normal que tomes distancia, no soy el que puedo parecer, no temas, de momento no soy malo. Sólo quiero conocerte.
- Se que a veces duelen los huesos y los pliegues del culo no están lo mejor colocados que uno quisiera a estas horas en que suena el despertador y estamos cerca del despertar, porque hasta ahora no hemos conseguido despertar, - ¿Te imaginas que le cueste tanto al sol levantarse por las mañanas? Con lo bonito que sería poder apoyarse en el lavabo, con los brazos estirados teniendo todo el tiempo por delante, hacer muecas americanas en el espejo, cepillarse los dientes con mucho ruido, nada de diente por diente, formar un corazón con los labios y encogerse de hombros para sonreír a la vida de esta mañana que acaba de empezar para ti; pero este no es el caso. Esta mañana no es para ti, ¿verdad? hay que trabajar y aún así ¿te has fijado alguna vez en lo que hay alrededor de ese espejo donde te miras? ¿Nunca has sentido que algo se mueve o que se cambia de sitio sin que se note "apenas"?
- Mi nombre es Raimon Smith y ¿tú, te llamas?
- Una vez me ocurrió, hace ya tiempo, tendría unos quince o dieciséis años, me miré al espejo. Todos los día me miraba al espejo, para verme; era de día pero había poca luz, la voz de mi madre estaba instalada en alguna parte, entre el techo de la casa y alguna parte del aparador; más que instalada, como si fuera un cartón insertado en escarpias balanceándose por la penumbra, estaba pegada como cola de papel pintado y en algún momento sería capaz de descolgarse para caer en forma de desodorante sobre los sobacos calientes de un adolescente que estaba a punto de gritar porque el bello de su piel se erizaba al contemplar cómo la imagen del espejo reflejaba la cara del diablo, tiznada de crema de tapón de desagüe y con la misma mirada que ha tenido desde hace milenios; la mirada la entendía pero era incapaz de sobrellevar el tizne de cloaca con el que me estaba identificando. Desde ese día, sigo esperando que se repita lo mismo, pero lo espero con espíritu macho.
- ¿Tienes miedo?
- No.
LIBRETA
- Lo del espíritu macho iba de coña.
- Ya.
El silencio no dura mucho pero deja espacio suficiente para que tú tomes la libreta y me hagas tumbar en el diván. ¿Estás?
- ¿Crees, de verdad, que el que está al otro lado es el diablo?
- En condiciones normales, supongo que debería seguir y obviar esta pregunta, pero ya veo que no hay interrupciones y que tampoco estás impresionada por lo que te estoy contando; de todas formas, ello no fue ni es una anécdota, viene pegada a mí y con la manía que me ha entrado de andar a oscuras por la casa, a veces se me hace tan frío y tan eléctrico que cuando voy a alcanzar algo que creo localizado y no lo sitúo, me entran ganas de susurrarle - Ponlo en su sitio, cabrón - pero por respeto o por duda, no lo digo; alargo más y más la mano, rezando para que no me roce y cuando no puedo más...
- Enciendes la luz.
- Si, ¿te ha pasado?
- ¿Qué opinas de mi?
- Creo que eres muy inteligente, aparte de ser guapa. Supongo que esto último te habrá incomodado.
- Estoy acostumbrada a que cuando pido una opinión sobre mí, me digan que soy guapa.
- Lo eres.
- ¿Por qué crees que soy inteligente?
- Tienes una libreta en la mano (aunque ahora que me fijo, no apunta nada, y la libreta está nuevita).
- ¿Es cierto eso de que intentaste suicidarte rebañando el tapón del desagüe del lavabo y metiéndotelo debajo de la lengua como si fuera un tripie?
- Si. No era un suicidio, pero me parecía una muerte propia de nuestro tiempo, pero si no es accidentalmente no creo que lo haga, me da muchísimo asco.
- ¿Sabes ya, quien es el que está al otro lado del espejo? ¿No?
- Si.
- ¿Quién es?
- La Muerte ¿no?
- Se acabó el tiempo, mañana seguimos.
Me ha dado matarile, no quiere seguir el juego, ha dejado la libreta y se ha ido; no le gusta mi juego; es posible que me haya regalado algo de tiempo por el "tiempo" que ha perdido conmigo. Me entra pánico sólo de pensar que no he sido buen anfitrión. Aunque no es la primera vez que viene a verme, esta vez he querido ponerme por encima de ella y tratarla de tú y eso no le ha hecho gracia. Trataré de disculparme la siguiente vez (espero que no sea la última).
Me cercioro de que se ha ido realmente, alargo el cuello y grito a la habitación vacía - ¡El conductor del autobús de ayer! Eras tú ¿no?, ¡te podías haber ahorrado el numerito del tornillo! (llevándome al mismo tiempo el dedo índice a la sien con pose atornilladora). ¡Valiente puta!

CARA QUEMADA
En mi caverna he sentido su presencia,
en mi monótono rondar;
Cara Quemada ha parado el tiempo,
su sonrisa, tan bella, ha llenado el tiempo.
Ella quiere ese beso. Dos niños
juntan sus labios en una silla de ruedas,
se sienten en silencio ahora,
los brazos caídos y esa mano en la que sólo se posa la mariposa, no duelen los hierros ni las gafas pesadas que aplastan sus cargadas narices repletas de gritos que necesitan respuesta,
y que ni el posible eco atiende.
Cara Quemada quiere ser amada,
no como ella ama sino sólo con un beso
que ella percibe
y extiende y me llega y me llena.
Quiero besarte Cara Quemada y entender tu secreto de amar.
Quiero verte desnuda y, por fin,
ver libres tus hombros cargados de incomprensión,
aunque luego retomen su camino y me dejes.
Quiero, por un instante, conocer tu secreto, mi amor.

QUINO
Los primeros intentos han sido penosos. No hay comunicación. Mi amor lo ve negro y mi editora prefiere saber qué es lo que quiero oír para así contestarme. Educadamente no las he mandado a la mierda. Para colmo, hoy se han presentado varios personajes que quieren encontrar su hueco, ellos quieren entrar en vez de estar, dicen que es mucho más fácil para ellos y si sale mal siempre habrá segundas partes. No por orden de aparición pero si por orden de "mejor actuación ante las cámaras" presentaré a Filemón Felices, al que algunos conocen mejor como Don Filemón, un abuelillo del cono sur al que le gusta platicar y pasear del brazo de algún joven galán y servirse también de apoyo por la forma charlotesca de andar, aunque no lleva bombín, si lleva bastón y lo usa como si fuera bombín, saludando con él a los ojos de los que han reparado que ha sido elegido para ser personaje importante del cuento; espero verle sin galán. El segundo personaje es un gato de Lladró de una estantería de Chino; no es gato, es gata, es "amarilla" y dicen que se le apareció a Cortázar y a Burroughs, tiene la habilidad de transformarse en farola de carne y hueso y está al tanto de las últimas tecnologías, usa tableta y tiene termomix; aunque se transforme en farola de carne y hueso es fácil reconocerla por el gran bigote que ostenta. Va a ser uno de los personajes con papel de malo. El tercero es Pepe, cara de ángel fumado y alma de FP, podría haber sido tornero fresador pero no lo es, es sordo o al menos nunca calla cuando se le pregunta. El cuarto es la Bestia, éste es un saco de carne con ojos, de cabeza cuadrada y que ahora le ha dado por beber; fue pareja de una columna de aparcamiento de las que se mueven para que no arañes el coche, hizo de padre putativo y ahora anda sólo. Hay otros más, pero quiero ahora presentar a Quino. Quino me ha llamado esta mañana y me ha dicho - Buenos días Capitán, sin novedad en el frente, ¿sigues bailando a la kizomba? le contesto con alaridos para sordos (Quino es sordo, no como Pepe. Quino te escupe a la cara cuando habla, Pepe se pone rígido y te aparta para meterte una ostia, que espero que nunca tenga que dar porque es de los que son pequeñitos pero que atizan). - Oye, Capitán ¿qué pasa? nos han quitado las sillas, esto...no es normal, esto... pero ¿qué quieren? no se... - Tranquilo Quino, aguanta la posición, ¡con dos cojones! ¡Aguanta, a esa mala puta! - No sé... es que esto es SURREALISTA. - Puede Quino pero, aguanta.
- ¿Estás?
Quino lee revistas de la Legión, viaja al Carrefour y viste con "blusón". Los días de invierno se calza una gorra de esas de cazador de conejos busbunis y repasa con la frente cualquier superficie acristalada. No ha leído un libro "decente" en la vida pero se ha dado cuenta de que esto es Subrrealista (surrealista), me ha llamado (sólo me llama para darme novedades) y ha conseguido que, ¡por fin! alguien vea lo mismo que todos han visto pero ninguno se ha fijado. Quino necesita comer y le han quitado las sillas. Gracias, Quino, perdona por haberte olvidado.

OOOO

III. Delante de su mujer, Raimon Smith intentaba poner orden en su cabeza a todo lo que le estaba ocurriendo desde antes del verano; antes de que hubiera conocido a Mathilda, antes de que descubriera por qué los zapateros se habían fugado a la farola ocupando sus pliegues engalanándola, preferentemente mirando hacia el sur, abandonando a su suerte al chopo boleana, antes diamantino; herido y querido; primero fueron las quince grullas en formación, avanzando hacia el sur, justo cuando la temperatura cae debido al hueco que deja el sol sobre la tierra después del amanecer, el pájaro loco por fin voló de frente encaramándose a lo alto de sus ramas, picoteándolo, como de prueba, y escapando de nuevo porque sabía que no era el momento; el otoño daba una tregua y regalaba unos mediodías dulces y cálidos; cincuenta grullas surcaban el cielo, los chopos lombardos, plátanos y boleanas alfombraban el camino sin dejar ver la tierra; los patos no se dejaban ver y las garcetas blancas huían de los domingueros; pero no pudo ordenar casi nada y tuvo que esperar a estar casi solo para convencerse a si mismo que todo lo que le ocurría, ocurría de verdad aunque a los ojos de "ellos" fueran mentiras; mentiras reales, pero mentiras al fin y al cabo.

COMENTARIOS
- Realmente: ¿lo estás pensando?
Un amigo.
- Ese cielo se repetirá.
Nomar.
AMDUAT
Hace frío, la sala semicircular chorrea savia calcítica por sus paredes; hay tres puertas, más bien mechinales, irregulares, de arco ojival muy estrechos y de diferentes alturas (tal vez sean iguales, es posible que el efecto del semicírculo haga que parezcan desiguales). Huele a verdín con leche y la luz acompaña, el suelo es lo más frío de todo, sólo los dos brazos que me sostienen por detrás hacen que pueda mantener el equilibrio y me ayudan a fijar mejor la atención, son brazos fuertes, no puedo ver quién es pero sé que es amigo. Antes de emprender el Amduat sabía lo de las tres puertas, es una trampa para no iniciados, todas conducen al mismo sitio y no hay tiempo que perder. Rezo las oraciones de la mañana, con celeridad pues no admite vuelta y sé que si lo hago despacio me voy a confundir. Creo que paso por la del centro pero ya no me acuerdo. Estoy en la Gran Sala, sonrío. Es exactamente igual que como la he "visto" otras veces, no quiero fijarme en los detalles pero debería porque la vuelta tiene que hacerse por el mismo sitio; es tan difícil volver que es como perder la esperanza, pero si estoy aquí, debería ser capaz de encontrar la vuelta. Todo luz, en primer plano curvas ascendentes, vegetación que decora o que oculta algo, rebasando su horizonte hay una isla, pero el fluido que la rodea es impreciso, el cielo es una gran sábana blanca, lo sé porque a veces se mueven sus pliegues. Memorizo - Entrar por la derecha, tres escalones de piedra (aunque, si miras más veces, son dos) - Es lo malo de fijarse en los detalles, cambian.
Me cercioro que llevo el equipaje necesario en la riñonera (siempre detrás): el ank dentro de su bolsa protectora, la navaja para la fruta envuelta en un papel, un bolígrafo BIC curvo, dos cordones y dos bolsas de plástico. No llevo buen calzado y sé que voy a escurrirme más de una vez gateando por los terraplenes, hay que ir hasta la isla, estoy ahora en una elevación del terreno y me desanima la cantidad de caminos que hay entre "esa vegetación decorativa" y una playa - sábana donde me encontraré con el barquero. Doy la vuelta a la riñonera alrededor de mi cintura y saco la navaja, la desenvuelvo cuidadosamente, el papel es muy fino y no quiero que se rompa, dibujo un croquis y sobre él elijo el camino. Tengo muchas dudas, hay que volver por el mismo sitio, cualquier alteración en la vuelta sería entrar en el laberinto y solo de pensarlo sudo, mojo algo el papel pero una brisa aparece para secarlo. Cierro los ojos, es el momento. Sonrío.
Hace un sol espléndido, mis gafas polarizadas son un gran aliado. Ya no hay decorados, me encuentro a gusto, por fin; reconozco el paisaje, los caminos, las suaves elevaciones, los árboles, los pájaros y mi sombra. Tengo que encontrarme con Gaby y lo reconoceré por la polvareda que levanta su rebaño de ovejas; asciendo hasta la zona más alta, echo mano de uno de los cordones y con él apaño mi calzón corto para que no me estorbe en las pequeñas escaladas necesarias para llegar a lo alto de la colina. Un perro, esquelético, con decenas de moscas en la cara, los ojos, la lengua, con el pelo raído, sucio y viejo se interpone en mi camino, espera el momento y está cansado, no se inmuta por mi presencia, no está a la sombra; aguanta el sol como si fuera lo único que le permitiera seguir viviendo, en sus momentos de gloria pudo ser un mastín. Es Sultán, uno de los cancerberos de Gaby. Éste se encuentra debajo de una encina, que da poca sombra, pero que él la sabe aprovechar colocando de vez en cuando las ramas impares de forma que creen una corriente de aire dirigida. Muy pocas personas son capaces de hacerlo, Gaby sí.
- Buenos días, Gaby.
- Buenos días, te están esperando.
- ¿Me queda mucho para llegar?
- Depende.
Gaby no me mira, está pendiente de Linda, la perra que controla el rebaño. Linda sabe que no puede dejar beber a las ovejas del agua del arroyo. - Las ovejas son tontas, no puedo dejarlas beber del agua del arroyo. Se matarían entre ellas. No interrumpo a Gaby. - La primera vez que vi una oveja fue en Rumanía en la TV y mira... todo el mundo trabaja en lo que quiere.
- No siempre, Gaby.
- Siempre o al menos en el trabajo hay algo que te agrada.
- Gaby ¿a qué hora estarás mañana?
- Puede que me encuentres de vuelta a la una de la tarde. Te están esperando.
- Me dará tiempo.
- No es fácil.
Emprendo el camino, ascendente, dirección norte, mi sombra marca la dirección. Los terraplenes, muy inclinados, hacen que resbale varias veces, los tobillos van bien de momento. Remonto la colina de la fuente y el camino me obliga a penetrar en un basurero de neumáticos y botes de pintura, escombros y ruinas todavía por demoler; caigo en una trampa hecha con una caja de fruta que me hace perder el equilibrio y me desorienta, pero estoy bien; mi sombra está a mi izquierda, delante hay tres niños sodomizados en un barreño de zinc mirando una hilera de hormigas desplazándose de un charco de sangre al agujero craneal de un portero de fábrica, su mono azul de trabajo con un tirante caído es picoteado por una urraca que, de vez en cuando, busca una aprobación pues no está segura todavía de lo que tiene que hacer; una pareja de mirlos la acusan de cobarde. Dos niños golpean, entonces, con una barra metálica la cabeza, las rodillas y los tobillos del violador que no deja de sonreír en ningún momento. - Ahora nos follaremos a tu hermana y se quedará embarazada y se tendrá que casar. - Como se lo digas a alguien te volvemos a matar y nos volvemos a joder a tu hermana; joder no, nos la follamos. El muerto se está cagando, reventado se caga. El niño más pequeño se acerca y rodea la zona con cinta policial, coloca un letrero "Ajuste de cuentas" Un viejo es apaleado por dos soldados borrachos mientras otros dos roban a un vagabundo; una mujer, pequeña, con gafitas que ve la escena flirtea con el más joven, éste se da cuenta, abandona al vagabundo y cuando está cerca de ella le acaricia los pechos, blancos, casi virginales, sólo un instante, - Te gusta ¿eh?, ella cierra los ojos de placer, - Siii,  él para, la agarra por las tetas y la estrella contra la pared, el sonido del cráneo roto se camufla con el de los cristales de las gafas que tiene clavadas entre la nariz y las cejas pero no deja de sonreír- ¡Qué guapo! Hasta que una patada en la cabeza la hace callar, sus pechos molidos descubren algunos billetes. - ¿Qué llevas ahí? - ¡Trae pacá, zorra!
Un grupo de gitanos fusila con pelotillas de acero a un niño en presencia de sus hermanos, cagados de miedo; el jefe come un bocadillo de tortilla de ajo y se lo restriega al mayor de ellos mientras sonríe; el violador sonríe viendo la escena. No hay piedad. A diez metros se encuentran dos adolescentes, jugando a ser hombres; uno con el pelo pintado con oleo marrón gime mientras le come la polla al otro dejando caer la saliva en un bote pequeño, su trofeo, - ¡Qué pollaaaaa!, el otro, mientras se deja hacer ordena los regalos que ha conseguido por dejarse chupar la polla: un llavero, un ratón de trapo y una bola japonesa. Justo detrás de ellos un soldado con los calzoncillos cagados se acuesta con la novia de su hermano, ésta se lo quiere follar pero él disimula; está muy cagado y se ha demostrado a si mismo que ella es una puta. Otro soldado pasa, ve la escena pintándose las uñas y se suicida tirándose a un pozo, después otro lo haría con su fusil. Me duele la garganta de no poder gritar. Avanzo por una vía libre de obstáculos, larga y ancha. Busco desesperadamente el norte y casi, de repente, veo en el horizonte las torretas de oxigenación del Canal, ellas me conducirán, de nuevo al frío y húmedo subsuelo.

VIA MUERTA
Fría por su propio ser,
paciente,
espera la puesta en marcha del que se enfrenta a la vía muerta,
y la llevará, cargada hasta los topes, del carbón que tanto necesita,
a toda velocidad,
porque su destino es el del que la gobierna.
Y su gloria será, esta vez, compartida.
El cree que la gobierna,
agarrado a la pala,
la llena y la sacia y, en su risa dantesca,
percibe el fundido espacio que le mantiene,
sólo para ella,
y no cesa porque su fuerza es su destino.
No hay marcha atrás.
No hay nieve, ni montañas, ni cielo, ni el aire fresco de la mañana;
todo es vapor consumido,
escorias en estela,
testigos forenses mudos y ausentes;
fuego maldito que cobra su fruto en cada palada,
que no tiene freno.
Y sobre el puente de mando abriré los brazos
para entregarme a la eternidad.
IV. Una bandada de hojas en el suelo se alejan para dejarme ver el anticiclón; asciendo sobre la isobara y, para no molestarlas, aprovecho la fuerza centrífuga para proseguir mi camino. He conocido el Universo, todo quietud y movimiento sólo en su comprensión y he residido en la Tierra, excepción que hace posible el Caos. He llorado mientras rompía tus huesos y cuando, accidentalmente rompía la cola, hermosa, de una lagartija tranquila. Ahora quisiera encontrarla sobre mi tumba para pedirle perdón; nunca hubo una cola de tanto color, ni un baño de sol tan perturbado, las piedras lloraban y las niñas, inmóviles, esperaban un milagro; serpientes vengadoras cumplían su función y removían montañas ya removidas para hacer caer la Gran Cruz de la cúspide; el viento, eterno compañero, bañaba las huellas del marciano asesino y pudo, de esta forma, saltar para poder acariciar esas hojas que dejó en el camino.
He retomado la carrera que emprendí hace tiempo. Prometí no hablar de ello, no decir la palabra que lo resume pero, sin decirla, sé que la cinta sin fin con fin está a punto de pararse porque cada vez tardo más en llegar. La culpa de mi vida no la tiene mi madre, ni los hombres, ni el obstinado ladrido de un perro, ni la moda incomprensible que hay que seguir porque es la moda, no la tiene Dios, la culpa no la tiene nadie, la vida se presenta con esa frágil apariencia, tambaleante en sus comienzos hasta que consigues la condición bípeda; entonces crees que todo gira en torno tuyo y haces que todo lo que encuentras se amolde a ti aunque tu papel sea el de esclavo o servil; no importa, tú estás por encima de todo y la incomprensión del Universo hará de coartada para que puedas seguir viviendo en este mundo de necios.
Hoy, una urraca se ha subido encima de mi Castillo para verme mejor y ha seguido el vuelo porque no le he parecido lo suficientemente interesante; la carroña que quiere está mucho más fresca que yo.

ORÁCULO
La bestia, ha llegado más pronto que ningún día; hoy tocaba, me saca una lengua kilométrica desde la puerta mientras imito un fallo cardíaco por la inoportuna llegada y le contesto con una parodia de orgasmo que le pone a tono, para, una vez cerca de él, pellizcarle los mofletes como el que pellizca a un bulldog siberiano y menearle la cabeza diciéndole - Uuuuuhiiiiiiiiiiii; a lo que responde con un bizqueo, torciendo los dedos y replicando con voz aflautada - ¿Quién osa perturbar la paz de este convento?. Los dos estamos en gallumbos, me pongo los pantalones pero la bestia se va hacia la esquina, se coloca los huevos y decide sacarlos a pasear, los calzoncillos son verde fosforito, enormes, se la casca un rato.
- ¿Estás tonto?
- ¿Me estás llamando tonto?
- Yo no te estoy llamando tonto, si te llamara tonto no te preguntaría si estás tonto, te diría tonto sin estás; por eso te digo que si estás tonto.
Deja de cascársela y repite:- ¿Quien osa perturbar la paz de este convento?
Es fácil hablar con la bestia.
- ¿Estás?
- Si, un momento.
- Hacía tiempo que no nos veíamos, ¿sigues pensando que es imposible lo que pretendo?
No contesta, sonríe.
- ¿Qué te parece? ¿Es surrealista o real?
Se lo piensa, la respuesta puede ser una lotería, pero en su caso no lo es; hace un breve análisis mental de lo que ha leído y mirándome a los ojos y sonriendo (que bien sienta cuando sonríe) me dice - Surrealista.
- Es real.
Mira de nuevo lo escrito y cuando vuelve los ojos hacia mi le contesto con cara de chino y agachando y ladeando la cabeza - ¿Entiendes ahora a lo que me refiero?
Se levanta, coge su libreta y se aleja mirándome con cara de sorpresa (sólo es una cuestión técnica y ahora es posible que hasta tú creas que soy capaz de resolverla). Consulto al Oráculo, viene en forma de nubes medias semejando cuchillos, nunca me ha gustado esta presentación porque me produce una hernia inguinal, bonita de momento, pero que si aprieto duele. El Oráculo se transforma en una mujer rubia, joven, recostada en los asientos de la sala de espera del Centro de Salud, se echa encima de su libreta con el culo en pompa para dificultarme la visión o para llamar más la atención; por fin me recuesto hacia atrás y consigo verlo. El firmamento infantil de una casa-sol y las estrellas-pollas haciéndola flotar en ese universo-coño de nuestra existencia.
- ¿Estás?
No puedo ver la cara del Oráculo, su larga melena rubia no deja más que intuir una cara tostada por el sol, celosa de que su secreto sólo llegue al que tiene que llegar; entremedias hay ejercicios de inglés o tal vez sean planas nemotécnicas, consigue que la ame y desaparece. Tengo que volver y no he podido comunicar contigo aunque sé que estás ahí; necesito tiempo, silencio y concentración (cuando el silencio se adueña de todo, el marco se agranda, pierde su rigidez y permite el acercamiento), creía que ahora iba a ser posible, pero Feliciano Felices se ha cruzado en mi camino, va del brazo de una señora mayor; hoy tiene la elegancia de un batusi brasileño, delicado con ella y siempre sonriendo me pregunta - ¿Qué tal?
- Bien, sigo andando (muevo los dedos como si andaran), luce el sol ¿y tú?
- Bien, amigo.
Miro a la anciana que camina mecánicamente. Es sorda o no quiere oír. Los ladridos de Blacky anuncian su muerte o tal vez el cáncer que padezco, o tal vez las dos cosas.
- Se acabó el tiempo.
- ¿Me dejarás ver alguna vez tu libreta?
- No la entenderías.
- Aún así ¿me dejarías? sólo por curiosidad.
- No la mirarías por curiosidad, buscas algo determinado.
- ¿Y no puedo?
- Lo que buscas todavía no está en la libreta. Lo siento, se acabó el tiempo.
- ¿Podré verla? (le grito, una vez cerrada la puerta). ¡Es una mujer ¿verdad?!
Intento salir de la habitación pero no encuentro la salida, decido andar marcha atrás mirando de vez en cuando para no tropezar, cada vez la oscuridad es mayor y el olor a polvo y la espiral del túnel hacen que salte al abismo como única salida; por fin respiro, pero no acabo de caer; poco a poco la luz va llenando el espacio y siento la rigidez de mis extremidades, agarrotadas, sin flujo sanguíneo, totalmente aplastado contra una cama, dura, que me aprisiona hasta que la luz decide poner las cosas donde estaban al principio y me libera pero con un dolor que va a durar, como las últimas veces, casi crónico y no quiero volver.
- ¡La próxima vez no cierres la puerta!

JONATHAN, SU HERMANA, EL PATO Y LA JANIS
- He dejado suficiente tiempo al título como para que se me pase el olor a meado, lefa, zurraspa y miedo que, de vez en vez, cedía el paso a los chicles repasados, escondidos, pero fáciles de encontrar debajo de la mesa, siempre cerca de algún moco todavía fresco; esto y el pepino con sal, cortado a lo largo, eran los tesoros que mostrábamos, indispensables para poder salir a la calle con la esperanza de que ese día "el camión del hielo" regalara "aspirinas". Tei y su burro habían regalado las boñigas tan apreciadas por la Salva y, estábamos a salvo porque ya había pasado el Chabota; con lo que no contábamos era que el animal del repartidor del butano, con su carro de mano, lo soltara de golpe para que se soltaran una pareja de perros que estaban unidos, dados la vuelta, hecho el "nudo", sufriendo lo indecible por lo que se les venía encima, sin escapatoria; pasando una y otra vez las ruedas pesadas, butaneras, por sus cuerpos rendidos, tal vez esperanzados de que alguien los soltara.
-¡Guarros! ¡Perros guarros" "Delante de los niños!"
Supongo que lo diría por los otros porque yo ya tenía casi 8 años.
Superado, mejor olvidado y posiblemente con algunos errores; el acontecimiento del barrio fue la llegada de los venezolanos; uno era gordo, el otro parecía Chicote de joven y su hermana, nada de este mundo; ni en la vestimenta, ni en la forma de andar, aunque la Toñi andaba como las mujeres de cine, la primera mujer prohibida. La hermana tenía novio con coche descapotable. Y ellos ya besaban como en las películas modernas, con lengua y saliva y olor a fruta machacada, tabaco celtas y algo de pan y quesillo; las chicas del barrio se dieron cuenta rápido de que aquello sí que era un verdadero acontecimiento, mientras yo y los otros los veíamos sólo como gente que no era de aquí, raros, pero, al final competencia, lo supiéramos o no. La cosa, tal vez no habría trascendido si no hubieran hecho migas tan pronto con Jonathan, el Pato, el Petete y demás chicos de arriba que eran malos, pegaban, fumaban y follaban. Lo que se decía en el barrio era que Jonathan, primo del Pato, se había follado a su propia hermana que tenía gafas, era larga y flaca y de paso fea de cojones, pero que aquello no había sido un accidente sino que follaban diariamente y que el Pato también se la había follado; cada vez que no aparecían era porque estaban follando; lo que no entendía era cómo lo hacían para que su padre no lo supiera porque siempre andaba por ahí y ello me hizo pensar que en esa orgía también él participaba. Esto no era una fantasía pues tenía su base porque hacía muy poco que la Janis, mientras follaba con el otro primo de Jonathan en la fuente del Paseo de la Dirección, fue violada por el guarda del Canal, mientras el otro primo den Jonathan veía la escena sollozando, no por lo que veía, sino por las amenazas que le profería el guarda mientras consumaba el acto. La Janis empezó a follar a los cinco años.
Así que aquí había ya dos bandos: el de los folladores, fumadores, malos y palabroteros; y los que no follábamos, ni besábamos con lengua aunque si dijéramos palabrotas.

SOLSTICIO DE VERANO
Ajenos a la crisis del hombre,
cinco conejos juegan al suricato;
cinco busbunitos fieles a la cita del año,
al alba del solsticio de verano,
se burlan, sin ofender, de la incredulidad urbana.
Un enfermo de cáncer con su volante no los ve.
Un hombre que va por el carril bici no los ve.
Un vendedor de productos clínicos no los ve.
María sonríe porque los ve.
Este amanecer no tiene onomástica,
ni sombrero de copa,
ni reflejo de sombra;
este amanecer calentará, como ayer,
los campos de avena.
Una salamandra se queda pegada al cristal del metro;
Un enfermo de cáncer con su volante no la ve.
Un hombre que va por el carril bici no la ve.
Un vendedor de productos clínicos no la ve.
No es una leyenda urbana,
acuden;
pero no sabemos que es en el solsticio de verano.

V. El nombre de El Miserable se lo puso él mismo a raíz de que su mujer, un día de esos que parece que hay que hacer zafarrancho le soltó, no con la determinación de colocarle ese adjetivo por sus omisiones sino precisamente por sus acciones, que ella como mujer, conocía por las evidencias químicas que dejaba Milton cada vez que pensaba en Karen. Aún así, Milton determinó que desde ese día sería El Miserable porque le pegaba con la tonalidad dramática que aún zumbaba en sus oídos.
El Miserable sólo aparecía cuando hacía bueno, tenía alteraciones en la piel que necesitaban baños de sol y aprovechaba para encontrarse a si mismo en la soledad del desierto. No es el mejor momento para recordarle; llueve, hace frío y su compañero de viaje J.J. Rousseau hace tiempo que perdió su bloc de notas y su caja de pinturas; además las hierbas que buscaba se han marchitado en un bloc de gusanillo, el celofán ya es amarillo y el polvo se instala conversando con mis zapatillas; pero hay algo de mí que todavía me da pistas de por qué Él era tan odiado. Su cuñada nunca se refería a Él con su nombre de pila, en las reuniones de familia, estuviera delante de quien fuera siempre se refería a él por Él y eso le causaba a El Miserable, antes Milton, una especie de zozobra exclusiva que no podía dejar escapar, así es cómo supo por su facilidad para hablar con los perros que su cuñada perdió el deseo sexual hacía quince años y todavía no lo había recuperado. Obviamente a Él ella no le interesaba.
Rousseau y Él tenían la costumbre de comer una naranja y una manzana al mediodía debajo de un gran almendro, única sombra en todo el paraje, hablaban de la situación actual en el mundo, de por qué el hombre era ahora malo, de la Época de la Felicidad en el Neolítico y comían avena salvaje y sonreían cuando sorprendían a los conejos por la espalda. Rousseau sabía que El Miserable moriría de accidente (léase homicidio) pero nunca se lo dijo.
Ahora sé cómo se consigue esa cuestión técnica, yo te hablo, tu no me entiendes o no me quieres entender, sé que nuestra unión es la luz verde pero si yo no la enciendo tú no sabes que estoy ahí, aunque esté. Me hablarás de amor y de amor te hablaré aunque no te ame, representaré mi papel y hasta buscaré tu luz verde con ansiedad; o tal vez me hables de tus cosas y yo fingiré interés o no, esto dependerá de lo que quieras contarme, sea verdad o mentira lo que me estés contando. Contaré tu historia, si la creo interesante y volveré a preguntarte ¿Estás?
Ahora, es posible que empieces a interesarte por mis historias. Hay algo que deja dudas de si lo he vivido o si es fantasía, será interés morboso. Sólo espero que una vez superado ese interés pueda, realmente, saber cuál es tu historia. No creo que llegue nunca a tener la certeza de si me estás contando la verdad, o lo que es peor, de si eres sincera conmigo; trataré de que el mundo "virtual" sea real, aunque sea increíble.
Un mensaje por el móvil puede llegar si tienes cobertura suficiente, si no lo tienes apagado, si estás - ¿estás? cerca de él. Un mensaje por el móvil puede llegar tarde o no comunicar nada si no estás. Ahora deja el móvil y piensa en comunicarte conmigo, sólo piénsalo como yo pienso en ti, igual de intensidad, igual de duradero, igual la presión que llegarás a dominar, a veces no sale igual porque nuestro planeta no es el centro del Universo pero nosotros sabemos cómo hacer para que tú y yo estemos conectados.
- ¿Sabes que ella no cree en lo de la “cuestión técnica”?
- Tiene que pensar que son coincidencias.
- ¿Y tú no lo piensas?
- No. Lo he demostrado más de mil veces.

CONVALETENTIA INGUINALIS II
- Hacía tiempo que no nos veíamos.
- Hacía tiempo que no nos encontrábamos jodidos.
- ¿Cómo estás?
- Esta mañana tenía una franja negra que me recorría la parte superior del testículo derecho y esta tarde se ha extendido al pene en sentido longitudinal hacia el glande. Está dentro de lo normal.
- ¿Y la herida?
- Se parece al chocho de..., con esas grapas soy incapaz de..., ¡mira que me han cosido veces!, pero con grapas, no sé, se pega al muslo derecho; tengo que lavarme mejor, el pegamento del vendaje sigue estando y...
- ¿Estás solo?
- Si.
- ¿Qué tal el paseo?
- Mal. Uno de los yonkies del barrio, hasta me ha ayudado a abrir la puerta del chino para que pasara, le he dado las gracias, la verdad es que no me lo esperaba; llovía, tapado con la capucha, el chándal y el bastón y las dos barras de pan... Es posible que le diera pena, me asfixiaba un poco el aire de la mañana.
- Y estás sólo.
- Si, como siempre.
- ¿A qué sabe estar sólo?
- A encerrado.
- ¿Y, el resto del mundo?
- La verdad es que parece un servicio de urgencias al que espero no tener que llamar. Llevo todo el día dándole vueltas a la cabeza. Todos tienen una familia a la que tienen que atender, debe ser una ley natural; imagino cómo sería al revés, de todas formas cada uno es de una manera de ser y yo dejé de tener "familia" hace casi cincuenta años.
- Estabas avisado.
- Esos avisos nunca quieres creértelos.
- Es posible que necesitaras estar sólo.
- Ahora si, en este preciso instante si, pero el costurón hace que se palpe el antes y el después. Sé sacar partido a cada situación, por muy chunga que se presente.
- ¿Quieres evitar hablar de ella, no?
- Estamos hablando de ella desde el principio, estamos en su terreno.
- No eludas la cuestión.
- ¿Sinceramente? Perdona, estoy actuando como un gilipollas.
- Tienes un mensaje, es de ella ¿no?
- Si. Son las 23:45 y me dice que me quiere.
- ¿Estás más tranquilo?
- No consigo saber si está bien. Nunca lo consigo.
- Bueno, al menos cuando estás concentrado comunicas con ella y ella responde.
- ¡Ahora sí que me has matado! ¡Ahora es cuando necesito que esté!
- Estás perdiendo inteligencia muchacho. ¿Para qué la necesitas? ¿Para que te cuide?
- Tienes razón.
- Entonces... ¿seguimos como estamos?
- Claro.
- ¿Tienes sueño?
- No, si acaso, la cabeza la noto un poco embotada.
- Refréscate y te sentirás mejor.
- Gracias socio, hasta mañana.

LA LUZ VERDE
De vez en cuando, cada vez más corto el cuándo,
miro esa luz que quiero ver verde
y permanece gris; no inquietantemente gris, sino gris,
cerrada, sin acceso;
espero y deseo que se encienda
pero permanece gris, cerrada, sin acceso,
y las dudas aplastan mi inteligencia y quedo sólo, vulnerable y vacío;
ocupo espacios deprisa para ocupar lo que ya no tengo, tiempo;
y esa luz que quiero verde.
que me devuelve la vida,
permanece gris, cerrada, sin acceso.
Y quiero gritar por mi torpeza,
desmoronar los hitos concebidos,
que vuelva la locura y la vida y hacerme nuevamente esclavo de ella,
pasear por donde paseamos tantas veces y amarnos como dos locos,
sentir su aroma y morir en sus ojos,
repasar sus pliegues y untarme de su néctar,
besar la sien y sorber sus labios...
Gracias luz gris,
aunque gris,
he vuelto a llenarme de ella.

PASANDO AL NEGRO (KINASKI)
Hoy he decidido pasarme al negro; quiero, aunque no lo tengo decidido entender al pueblo ecuatoriano (a poder ser en su origen y si fuera posible en la selva donde las mujeres son guapas y nobles y simples aunque honorables y demuestran a cada momento lo limpias que son, aunque tengas las tetas feas) y hoy sé que me va a costar mucho olvidarme de Karen. Quería salir y tomarme unos pinchos y un gintonic por ahí pero me vestí de negro y pasé de ir solo gastando dinero para que me den un servicio de mierda y he decido quedarme hacerme una tortilla y prepararme los gintonics que hagan falta porque no tengo que volver, ya estoy.
Me gustan las mujeres morenas que hablan por teléfono como si el mundo no existiera, y pasan de ti como de comer mierda, y desvían a las otras que solo quieren cotilleos; aquellas hablan con quien quieren y lo pasan bien, mientras las otras, rubias de bote, se aburren porque no tienen con quien hablar.
Visto de negro porque entalla, no hay talla 38, no se ensucia y en la Luci se acomoda como guante solidario que suelta amarras y deja ser; lo de entender al pueblo ecuatoriano tiene su miga porque en estos días donde he tenido que estar barbado para que se vea a quien hacen la afrenta he podido comprender la distancia que separa a Taipe del resto del mundo porque él pertenece al Pacífico, anclado en las arenas de la isla de Pascua, o pertenece al mundo quechua aunque no lo hable dice, o a los tótem sioux o chiricaguas del norte de América porque los que no entendemos somos nosotros pero ellas nos lo harán entender porque son sabias como brotes de la selva que cura heridas imposibles de curar; y con Karen, ya me han preguntado, como si fuera su marido más de dos, mujeres claro, que cuándo viene, que hasta cuándo está, y yo respondo, no del todo sincero que el martes (ya que yo también tengo que venir) y después qué pasará, qué pasará cuando cambien el sistema, cómo podré sobrellevar lo mal que he sobrellevado estos días, aunque nada ha ayudado, compañía estúpida en cada momento, paseos cuenta pasos que, a modo de gimnasia, ayudan a que den la hora. Karen no da señales de vida, aunque vive, lo sé. Lo último que sé es que esta gorda, parece que es lo único que le preocupa, se pone hasta el culo de Albariño y supongo que aprovechará todo lo que le queda para llenarse de sol. Ahora pienso que esto debería ponérselo en el correo para que vea otro estado más de mi, aunque ya lo sepa, ya que me espía; dependerá de mi vanidad o tan sólo de mi (Miles me dirá, de qué depende) mientras tanto me voy a mear. Ahora, que voy por el cuarto, Karen, ya que decidiste no darme el masaje en la espalda, ni depilarme el entrecejo; lo de explotarme la espinilla lo dejamos porque, eso creo que sólo la Rubia lo ha hecho y jodiéndome bien; Karen ya que no me cortas las uñas de los pies porque yo no llego, corrígeme este escrito que yo paso. Así escribes ¿no Karen?, si pudiera comprender a los ecuatorianos, hacer surf vestido de negro y coger, mojado, a Luci y seguir hasta dar la vuelta sin que la arena del mar pelara mis huevos, llegaría a poder olvidar a Karen. Mientras tanto heme aquí. Miles eres la polla, aunque tenías ayuda ¿no? Coltrane es mucho.
¡Hala, Karen! Tienes trabajo, corrige, el tiempo se acaba.
Vamos por el quinto, lo malo es que los lleno mucho y ahora el objeto más glorioso de mi cuerpo puede que sea mi ombligo, por la cantidad de gintonic que contiene, espumoso y refrescante y lleno de notas lentas entre dedos que saben y que quieren seguir sabiendo y reconociendo y, por ello, dedos amigos con los que hemos viajado y recordado y que cambian y se vuelven feos pero que saben tanto.
Ahora dormirás o no, y te dará una pista, a lo peor no; algún día te contaré siete secretos que te quedan por conocer; espero que ninguno te suene a viejo chocho, porque no lo soy. He buscado tiempos y he buscado lugares y el que haya estado cerca se ha enamorado de ti sin conocerte, porque me he sentido en ti y la espuma de las olas del mar, cuando sopla del norte y hace frío hace que estemos y sólo estemos para nosotros; ni siquiera para ti Karen, porque he llegado a tenerte tan cerca, no de mi piel, sino de mi alma, que he podido hasta olvidarte y poder ser feliz en mi libertad de poder no compartir ese instante ni siquiera contigo mismo. He danzado con las olas, he visto nuestra estrella volver a su retorno para pedirnos una nueva oportunidad, el cosmos a tu merced. ¿Cómo te sientes Karen?
¿Sabes lo que más me gusta de ti? Que puedes decidir o no.

Venga, no te canses corrige.

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