- ¡Cide
Hamete!, eres un pedazo de cabrón, ¿de dónde lo has sacado? Lo tenías
escondido.
- Et toi,
Monsieur? ¿No habías tú desaparecido?
- Parece que
has vuelto a recuperar el viento.
- C´est bon, Monsieur, c´est bon.
Necesito que
vuelvas, si estuvieras aquí me dirías qué pájaros son los que vuelan, en
perfecta formación, dirección norte creo, esto es lo que me ha distraído de la
monótona imagen de todos los días, correr el visillo y yo reflejada en el
cristal, esas arrugas nuevas o las bolsas de los párpados ¿no son bolsas? Eran
un montón y volvían, una vez me lo explicaste. Es mucha la carga. Duermo una
hora, me despierto, fumo un cigarro, pienso en ti, vuelvo al sillón y a mi
manta, tengo frío, me vuelvo a despertar, todos los días lo mismo. Sé que me
estás viendo, te presiento, algo cambia en esta cárcel cuando te siento. Busco
la manta y me acurruco, te noto triste ¿qué te preocupa Trón? ¿Tanta
indiferencia? ¿Tanto egoísmo? ¿Ya no tienes valores? Tu extravagancia, esa
forma tan sutil de volverme loca y que me encanta ¿se viene abajo? Te arrepientes
de lo que presumes. “Dime de lo que te presumes y te diré de lo que careces”
porque en tu caso no es que no sea verdad sino que no lo tienes. ¿Has
conseguido escapar con el miedo que tienes al frío? Ven a mi vera, yo te doy
calor, no me destapo, palabra. Dos tenedores, dos cuchillos. No te siento, me
reflejo de nuevo en el cristal de la ventana, está empañado, dibujo nuestras
letras y miro al cielo; lloran, las letras lloran o ¿soy yo?
- ¿No estás?
ooooo
Hoy va a hacer
buen día; los mirlos se llaman imitando la selva urbana, algunos corretean
alertando a los gatos, ya miopes de tanta luz a deshoras; sólo el sonido de
verde a rojo de los semáforos y mis pasos, y los mirlos de nuevo, todo a
tiempo. Me paro, ahí está; de nuevo, cíclico, poderoso diávolo. Miro las luces
de las farolas del parque, ¿tan solitario? y busco, ya totalmente dilatadas mis
pupilas un nuevo giro de Orión. Me despido de lo que piso y de lo que veo, lo
último Las Cuatro Torres, iluminadas por las estrellas. El suelo se abre, sólo
deja libre un camino, bien asfaltado, tal vez un bache para jugar.
- ¡Vamos Luci!
¡A bailar con Betelgeuse!... ¡La madre que los parió, mira que les dije que no
te tocaran la carburación! ¡Vamos Luci, llévame!
THIS WAS
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