SERÁN LOS ASTROS
La parte
mezquina que todos llevamos, la que sobresale por encima de lo que has creído
que era todo superior, la que aprovecha el descuido o lo que es peor la que
fagocita todo lo que has entregado. Esa es la que mató, no el amor porque ello
era imposible en la biología de X, sino la creencia en el amor. Desde ahora la
melancolía, la tristeza, la cabeza baja, el cuerpo caído, la elegancia muerta
de la rutina ignorada, el descuido en el aseo, las vueltas y vueltas, el
cigarrillo ajeno, la celda de todos los días. Todo por esa parte mezquina,
egoísta, no verdaderamente oidora, la que nunca está aunque le digan y le
digan, la del sarcasmo ante la pena, cuando de verdad es pena; la del que mira
a otro lado cuando le piden una limosna. Primero, tal vez no fue primero, su
editora le dijo:
- Tú no eres
poeta
- ¿Qué no soy
poeta? (¿A poet?)
- ¡Querrás
decir que no soy homosexual!
- Eso.
- ¡Ah, eso es
otra cosa!
(Me inquietan
sus rechazos cuando el bulto aprieta. Así que el mar, las plumas, el azul y el
bulto ¿se referían al bulto del paquete? Sorprendente, pero muy posible, lo
dejaré para la tercera lectura. ¿Hablaré por las noches en sueños? ¿Diré su
nombre?)
- ¿Será que,
de nuevo, la tristeza la invade, cada vez más?
Parece que lo
ha asumido. Serán los astros, la Luna siempre se interpone y ellos brillan con
luz propia, no necesitas descansar, necesitas un descanso. Iba de verde, de verde
claro y brillante. Su melena rubia tapaba la mitad de su mirada, la luz que
salía de su cara era clara y desnuda. Una chiquilla vino a verme y se fue
triste y madura. Nos separamos, tal vez para siempre y el amor, y la ilusión y
lo que hicimos y el querernos tanto. (Hemos dormido bien, estamos cansados. Mi
inteligencia me dicta que no puedo dejarte, eres vital para mí. No vuelvas a
decir que eres una gilipollas.
Pasó la tormenta y el tedio
de la palabra queda en el olvido.
Iba de verde, de verde
claro y brillante,
y la sigo teniendo en el corazón,
mi vida, mi amor,
sigo vivo.
Sigo vivo.
Estos fueron
los últimos gritos de amor de X, hasta que escupió el beso de la codicia o lo
que es peor le supo a pánico. El ratón ya estaba en la jaula, daría vueltas a
la noria hasta que, cansado, se ahorcara como única salida.
Después ella
se lo confirmó. La mirada lejana, el viento que despeina al espantapájaros. La
mirada lejana y una arcada cerebral que agarrotó todo, hasta lo que hicimos.
Una chiquilla
vino a verme y se fue triste y madura.
- ¿Madura?
¡Cómo que triste y madura! Me hace mucha gracia ¿por qué madura?
- Si, madura;
no lo sé, es posible que lo que pretendo se haya intentado antes, las cosas
cambian ¿estás? Sólo tengo que afinar. Técnicamente ahora es más fácil que
cuando no existía internet. Ahora se "interactúa" pero si no consigo
amansar mi vanidad no llegaré al público que pretendo, de todas formas mira las
fechas, nuestros estados de ánimo cambian con facilidad y siempre hay un antes
y un después. No tengo la facilidad de Bretón ni, mucho menos, la de Raymond
Roussel para describir matemáticamente el estado de nuestra materia y además
aburriría el perder la idea. Prefiero la idea (concepto) sobre la descripción.
Sobre las ideas podemos actuar.
- ¿Triste?
- Me lo
pareció, de todas formas, sólo de pensar en el trabajo tedioso de la
clasificación de mis entregas me dan escalofríos. Ahora temo perderte porque
percibo tu intranquilidad. Puede que no esté loco por tí, ¿no? Puede que esté
loco de atar.
Y con ello
obtendrías el escape.
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