CUENTOS PARA NIÑAS
GRANDES
Había una vez
una princesa que no podía dormir porque una ranita motera croaba sin cesar,
todas las noches, en el estanque de palacio.
La Tata
Madrina le dio la solución...
"Haz la
pregunta adecuada y tendrás la respuesta adecuada"
La princesa,
perpleja, se quedó un rato pensando.
¿Qué pregunta
sería la que le diera la respuesta adecuada?; pero, tenía mucho que hacer,
tenía que darse el nuevo maquillaje de la Srta. Pepis y luego ir de compras al
Korteinglés. Así que, la pregunta la pensaría más tarde.
Los días
pasaban y la princesa se olvidó totalmente del oráculo de la Tata Madrina; la
ranita seguía noche tras noche croando en el corazón de la princesa con lo cual
seguía sin dormir.
Un día, el día
de los Epífanos, la princesa esperó a las seis de la mañana a la ranita para
besarla, convertirla en príncipe y así escapar en un Ferrari F50 a ver mundo
pero ese día la ranita motera no croó, la magia del día de los Epífanos escapó
de la dulce princesa.
-¿Dónde estará
la rana? -¿Por qué no canta? se preguntaba la princesa, obviamente engañada
porque la rana de este cuento no es la rana que se convierte en príncipe: ese
es otro cuento.
La ranita se
pasó toda la noche de charca en charca en busca de la Tata Madrina; ésta había
sido raptada por el mago Frestón y así la princesa, hechizada, no podría ver a
su rana aunque la tuviera delante. La ranita, de todas formas, dejó dos letras
impresas en el espejo de la princesa, TQ.
Mucho tiempo
antes de que esto sucediera, la princesa de este cuento iba de un lado para
otro, como siempre, riendo, saltando y jugando, a su antojo, incluso cuando
pasaba por delante del perro Romano, cancerbero de las mazmorras de palacio y
que a la princesa le daba miedo. Este hecho llamó la atención de Luz, vigilante
del Olimpo, que tenía a su cargo la seguridad de la princesa.
¿Por qué la
princesa cantaba y reía aún pasando miedo?
Luz determinó
mandar a la ranita motera para averiguarlo.
Mientras
tanto, uno de los pretendientes de la princesa, el Capitán Pescanova se
deshacía día y noche por haber perdido el barco que le llevaría a la Tierra de
Punt, tierra prometida para los caídos en la otra vida y que por perderlo,
jamás podría llegar por muchas vidas que viviera y sabiendo una tras otra que
nunca, nunca...que nunca lo conseguiría. Y en su tormento pasaba horas y horas
confundiendo a su amor con el barco perdido y, jugando con su destino, mandaba
poemas a su amada escritos sobre hojas de plátano, que el arroyo siempre
cantarino llevaría hasta las fuentes de Palacio.
Bucear hasta el fondo de tu aroma
y sacar perlas, jugosas, de tus labios;
naufragar en las aguas de tus ojos
y querer seguir naufragando,
bajo la lluvia,
aunque estuvieras lejos.
Beber el zumo de tu cáliz
y abatido, caer, ya sin tabla salvadora, para no retornar.
Fdo.: tu Capitán Pescanova.
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